El don de la palabra
sábado, 5 de agosto de 2017
Pasión
–¡Ay! –dijo en voz alta.
No hay equivalente para esta exclamación. Quizás sea tan sólo un ruido, como el que pueda emitir un hombre, involuntariamente, sintiendo los clavos atravesar sus manos y penetrar en la madera.
Educando
:
El viejo y el mar
Wikipedia
:
Ernest Hemingway
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