miércoles, 18 de noviembre de 2015

Niñez

De pie allí, aquel anochecer de agosto, entre los dos grupos, con el mar lamiendo sus pies descalzos, Peter se dio cuenta de pronto de algo muy obvio y terrible: un día dejaría el grupo que corría desordenadamente por la playa y se uniría al grupo que estaba sentado y conversaba. Resultaba difícil de creer, pero sabía que era verdad. Se preocuparía por cosas diferentes, por el trabajo, por el dinero y los impuestos, los talonarios, las llaves y el café, y por hablar y estar sentado, interminablemente sentado. (...) ¿Cómo podía ser feliz ante la perspectiva de una vida gastada en estar sentado y hablar? O haciendo recados y yendo a trabajar. Y sin jugar nunca, sin divertirse nunca de verdad. Un día sería una persona completamente diferente. Ocurriría tan despacio que ni siquiera se daría cuenta, y cuando lo hiciera, su espléndido y juguetón yo de los once años estaría bastante lejos, sería tan peculiar y difícil de comprender como le parecían a él todos los adultos en ese momento.

PDFEn las nubes
WikipediaIan McEwan

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