No hay duda de que así como los animales domésticos -el perro y el gato, por lo menos- reflejan el temperamento y el carácter de los dueños, también los muebles y los objetos más insignificantes de una casa reflejan algo de la vida de sus propietarios. De ellos se desprende frialdad o calor, cordialidad o reserva. Son testigos que cuentan a todas horas, con un lenguaje silencioso, lo que han visto y saben. La dificultad está en encontrar el momento más favorable para recoger la confesión, la hora más íntima, la luz más propicia.
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